Mientras la narrativa oficial de la COP16 se reproducía en los salones de la Zona Azul —bajo lógicas verticales, expertas y burocráticas—, en la Zona Verde de Cali se gestaba otra historia: una forma distinta de comunicar, de pensar la sostenibilidad, y sobre todo, de habitarla colectivamente. Agenda AMBAR no fue un medio. Fue una voz. Fue muchas voces. Y fue también cuerpo, afecto, escucha.
Representada por cuatro mujeres líderes socioambientales —María Camila Ruiz, Andrea Arias, Alejandra Bonito y Juliana Caycedo—, esta apuesta comunicativa encarnó una pedagogía de la palabra popular. Su participación en la COP16 no consistió en traducir lo técnico al lenguaje “ciudadano”, sino en desmontar las jerarquías del saber que aún persisten en los discursos ambientales institucionales. Agenda AMBAR irrumpió como una plataforma de democratización de la información, pero también como un espacio de reapropiación del relato ecológico desde abajo.
En un país donde la comunicación aún suele concebirse como transmisión y no como relación, AMBAR propuso otra lógica: 26 conversatorios transmitidos en vivo, con actores diversos, reflexivos, y profundamente anclados en sus contextos. Estos diálogos no solo informaron: sembraron dudas, generaron comunidad y pusieron en cuestión los límites del modelo de desarrollo que hoy seguimos habitando.
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Desde una lógica profundamente política —en el sentido de lo colectivo, de lo común, de lo que se hace con otros—, se articularon talleres pedagógicos en espacios comunitarios, bibliotecas, universidades y calles abiertas. No hubo espectáculo: hubo diálogo, y sobre todo, una intención clara de devolverle al lenguaje ambiental su potencia emancipadora. Porque como enseñó Paulo Freire, el problema no es la falta de información, sino la desposesión del sentido.
Agenda AMBAR no actuó sola. Su fuerza residió en las alianzas: Fundación EMERGER, Fundación Ríos y Ciudades, la Gobernación del Valle del Cauca, la Cámara de Comercio de Cali, ECOLUCIONES SAS BIC, el colectivo Métele y Pedal, el colectivo Moviliza-torio, y el Ministerio de Ambiente. Estos nombres, más que instituciones, fueron tejidos de voluntades compartidas, de resistencias pequeñas pero tenaces.
El impacto no puede medirse solo en cifras, aunque ahí están: 4984 personas impactadas de forma directa, y más de 355.000 de forma indirecta. Pero el verdadero impacto fue otro: construir una ciudadanía ambiental crítica, poética, irreverente. Una ciudadanía que no se limita a “reciclar bien”, sino que cuestiona qué mundo seguimos sosteniendo con nuestras prácticas diarias.
En una época donde la Inteligencia Artificial amenaza con sustituir hasta nuestras formas de pensar y contar, Agenda AMBAR insiste en el poder de la palabra humana, situada, encarnada. Porque los territorios no necesitan algoritmos para ser escuchados: necesitan memoria, afecto y resistencia. Desde Cali para el mundo, la COP16 no terminó. Continúa en cada comunidad que decide narrarse desde sus propias raíces.
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