Cuando nos referimos a las tendencias y la moda, hablamos de una característica humana. Hemos desarrollado la habilidad de crear piezas para cubrirnos y al mismo tiempo que reflejen nuestra personalidad y represente un estatus dentro de la sociedad. En el último siglo, se ha presentado un auge por el consumo masivo de prendas de vestir, desde los procesos de industrialización y producción en cadena. Una devastadora conducta de despilfarrar recursos se tomó las pasarelas. Esto se vio impulsado por procesos de diseño y confección que siguen la economía lineal, las cadenas de comercio y las estrategias de mercado. Pero ¿Cómo se puede combatir al despilfarro? ¿Cómo podemos visibilizar sistemas de producción textil más conscientes? ¿Podemos vestir bien si tenemos en cuenta el ambiente y las economías locales?
Elaborado por : Melissa S. Negrete Anaya & Juan Manuel Bravo_ Líderes Socioambientales de la Región Caribe.
Edición: Juliana Caycedo, Dir. de Investigación en ONG RUMM.
La serie de conversatorios “Moda y producción textil consciente y sostenible”, la cual tuvo lugar en noviembre de 2020, buscó dar respuesta a las preguntas planteadas anteriormente, y se propagó conocimiento sobre eco diseño y la moda sostenible. De esta manera, se impulsan hábitos más conscientes de compra y uso de las prendas de vestir en el día a día.
La serie de conversatorios tuvo tres enfoques, los cuales se abordarán brevemente en el presente artículo:
- Materiales sostenibles y transformación circular.
- Prendas de vestir sustentables, diseño, producción y consumo consciente.
- Relación de una ética consciente y sostenible en la industria y del consumidor.
La industria de la moda, la cual incluye ropa, cosmética y accesorios, está creciendo tan rápidamente que su impacto en el planeta está empeorando (Financial Times, 2020). Se pronostica que el volumen de ropa y calzado que se produce aumentará en un 81% -es decir a 102 millones de toneladas- para 2030, según un informe publicado por Global Fashion Agenda en Copenhague y Boston Consulting Group (2019).
En este orden de ideas, debemos ser conscientes de que la forma cómo vestimos, como cualquier acción que realizamos día a día, tiene un impacto sobre el planeta. Gracias a la economía circular y su principio de que la industria replique cómo funcionan los ecosistemas, podemos reducir nuestro impacto.
Cabe destacar que no existe la “moda sostenible” como tal, sino buenas prácticas dentro de la industria. Los impactos más fuertes de este sector se encuentran en la producción y en la fase de uso. Entonces, falta ingeniería en los diseños y consciencia en las tendencias. En cuanto al primer ámbito, no sólo importa la estética de la prenda sino su huella de carbono en toda la cadena de producción. Como consumidor, resulta atractiva la idea de dejar la responsabilidad de reducir el impacto ambiental a las empresas; se nos olvida que como ciudadanos estamos implicados -directamente- la impresión y marca que dejamos en el territorio con nuestras acciones. No obstante, es importante recordar que como consumidores desempeñamos un papel importante y nuestros hábitos de consumo inciden directamente en los cambios de la industria (Financial Times, 2019). De esta manera, podemos entender cómo desde la industria de la moda se pueden hacer cambios colectivos e ir más allá.
Se debe reforzar pensamientos y actitudes direccionados al consumo, “Como comprador, soy consciente de que soy parte del problema. Dejé de comprar cuero virgen y trato de encontrar cualquier jersey o chaqueta que busco en un sitio de segunda mano antes de comprarlo nuevo. Adicionalmente, hago al menos un pedido en un sitio de comercio electrónico de lujo cada mes, razón por la que estoy comprando productos bien hechos que eventualmente puedo entregar o revender. Pero aun así, compro más de lo que necesito”. Un claro ejemplo de esta situación es la película de Hollywood Loca por las compras (2009), la cual nos habla sobre la evolución de una compradora compulsiva a una compradora consciente.
Las prendas de vestir se han transformado junto con el ser humano, dado que las costumbres y los estilos de vida definen la indumentaria a la hora de vestir. Y eso no está mal, son características que nos hacen humanos y representan una cultura o ideología en particular o su aspecto negativo, la susceptibilidad al consumismo puesto que, utilizamos algún objeto y al poco tiempo se descarta como inservible, pues nos vemos atraídos con una nueva oferta o la prenda pasa de moda.
No todo es gris y estos hábitos pueden ser cuestionados. Hoy en día es muy criticada las formas de sobrexplotación de productos para fabricar prendas de vestir como la utilización de algodón y plástico. Por lo tanto, son las nuevas generaciones quienes poseen el poder para realizar la transición que conlleve a la planeación estratégica de las marcas y las nuevas investigaciones de mercado. No podemos seguir consumiendo como lo hacemos y hemos venido haciendo históricamente.
En cuanto a los materiales sostenibles y la transformación circular, se abarca la problemática del plástico como un material de uso creciente a través del tiempo. Existen empresas que se encargan de monopolizar las tendencias y gran variedad de las prendas de uso común incluyen plástico, pero no lo visualizamos. Una propuesta para acabar con la contaminación dada por micros plásticos es el empleo de fibra sintética de plástico reciclado, así como la utilización de fibras naturales con buenas prácticas en su cadena de producción.
Los consumidores son cada vez más sensibles a cuestiones medioambientales y están dispuestos a adquirir productos y servicios que minimicen su huella ecológica. Por ejemplo, existe una nueva preferencia por prendas hechas con PET reciclado y con sellos ecológicos. Por ello, el marketing verde se vuelve un elemento de relevancia para visibilizar las prácticas responsables a lo largo de la cadena de valor con el fin de posicionarse en la mente del consumidor.
Como consumidores, debemos ser críticos para detectar el Green Washing y trascender de las actitudes verdes hacia las acciones verdes, es decir, creemos en la causa de apoyar al medio ambiente pero no siempre la llevamos a cabo. También, se debe tener en cuenta que no hay un solo camino hacia la sostenibilidad, no todas las marcas apuntan hacia los mismos valores de sostenibilidad. Por ejemplo, la artesanía como uno de los procesos más sostenibles que existe consta de lentitud, manualidad, exclusividad y busca que las personas conecten con el producto. Por ello, se vuelve una buena práctica como consumidores el consumir slow fashion y apoyar la compra local.
Hoy en día, emprendedores y diseñadores llegan con ideas innovadoras para un nuevo frenesí en el mundo de la moda. Han surgido como reciclaje de fibras, reutilización de telas, mercadillos de trueques, armarios cápsula y la incorporación de materiales de menor impacto a los ecosistemas, como es el lino. Aspecto importante es tener en cuenta la mano de obra que la marca le pague al artesano y no se esté valiendo de ellos, dado que la mano de obra artesanal nos conecta como país a otros lugares del mundo.
El buen vestir podemos catalogarlo como la manera consciente en que procedemos a la hora de comprar o adquirir una prenda de vestir. Una buena pieza no necesariamente tiene que ser de marca o ser costosa, es decir, podemos colaborar con la economía local, obtener calidad y no gastar tanto dinero como lo haríamos comprando muchas prendas fast fashion. Es preciso que como consumidores optemos por alternativas sostenibles para vestir y no seguir cayendo en trampas de la industria que podrían llevar a un colapso de los ecosistemas. y tú ¿Cómo vistes de forma sostenible? Cuéntanos con el hashtag #AmbarYoVistoSostenibilidad.
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Juliana Caycedo
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